
10 largas semanas, tres noches a la semana de 6:30 pm a 9:30 pm, muerta de cansada, sin entender ni pio, perdida como un topo. Sin atreverme a preguntar lo que no entendía de la clase. Pero pa’lante, quería ser Corredora de Bienes Raíces; sabía que sabía que yo tenía lo que se necesita para ésta profesión. Estaba convencida de que Dios me había equipado con un talento y que lo iba a desarrollar. La inversión inicial, unos $500.00 pesitos de los ahorros familiares. Un gran sueño de reponer ese dinero, otros tantos más para pagar los gastos de sacar la licencia… Claro, cuando pasará la reválida. Encima de todo este rollo, el día de la reválida la ansiedad me consumía, el miedo me paralizaba. Y como si fuera poco, tan pronto cerraron el salón, que me dieron las instrucciones, que me entregaron el lápiz, que me entregaron el examen de reválida y un papel para hacer los problemas allí fue que por poco infarto.
60 días frente al buzón esperando los resultados. Un cartero que me miraba con ciertas dudas y sospecha de que lo estaba esperando a él, pero pa’lante. El gran día, un sobre que no podía abrir, un esposo y dos hijas esperando que yo abriera el sobre, pero pa’lante. Sobre abierto… y como arte de magia la noticia de que había pasado no tan solo la reválida de vendedor sino que también había pasado la reválida de corredora. Luego un sobre manila donde llegó mi licencia que les informaba a todos que ahora ya Yo Era Una Corredora de Bienes Raíces.
0 días para esperar el cartero, adiós cartero, y ahora sí, pa’lante. ¡A producir! Un precioso tiempo de bonanza financiera, de cierre en cierre de todas clases permuta, compra, venta, con herederos, por divorcios, por casamiento, sin fin, sin parar, “las vacas gordas” de las que hablaba mi madre, esas me gustaban se me olvidaron las otras vacas pero pa’lante con mi sudada y ganada licencia de bienes raíces.
Pero, ahora me acorde de las otras… las vacas flacas, las flacas también llegan porque así son los negocios, comenzó el tiempo de reflexión, dudas, miedos, incertidumbre. Fue ahí donde comprendí que por nada del mundo debía dejar vencer mi licencia de bienes raíces. Entendí claramente que, cuando a pesar de los esfuerzos que hago en los negocios no se me dan tan fáciles ni tan cómodos como antes, debía recordar lo importante de este negocio y el porqué del mismo. Este negocio es de ayudar a la gente a hacer su sueño realidad, es además para que hagamos nuestros sueños realidad. La clave está en internalizar que somos el vehículo que Dios ha utilizado para que todo esto se dé.
¡Tenemos que recordar! Las sonrisas de los clientes en los ci
erres, los herederos saliendo de propiedades que no pueden manejar, los matrimonios que gozan cuando compran su nueva casita, las personas divorciadas que quieren comenzar una nueva etapa en otra residencia, las personas mayores que necesitan menos espacios con cero escaleras y nuestro cheque de comisión… ese nos hace sonreír a nosotros. Recordar que somos esenciales para lograr estas transacciones que redundan en beneficios para todos.
En mi caso, recuerdo cuanto he contribuido a la educación de mis hijas, a resolver situaciones económicas en mi hogar, mis logros, los viajes, la ayuda a mi Fundación, mi Instituto creando nuevos profesionales, mis negocios, mi desarrollo profesional, en fin recuerdo que muchos hemos sido felices sólo porque estoy resuelta a mantener mi licencia de bienes raíces.
Por esa razón, yo pa’lante, sin mirar los tiempo que siempre vienen y van. Yo sigo de Corredora de Bienes Raíces, no importa los tiempos. Amado y Amada haz tú lo mismo. Saca tu licencia de Corredor o Vendedor de Bienes Raíces de donde esté guardada, mírala y recuerda como llegaste hasta aquí…
¡RECUÉRDALO, SONRIE y PA’LANTE!
¡Bendecidos!,
Martha Sylvia Torres
